sábado, abril 30, 2011

black racing team en sudàfrica


Un maillot amarillo sobre piel negra
Anele, en el taller de bicicletas. | Javier Brandoli


Javier Brandoli | Ciudad del Cabo
Actualizado sábado 30/04/2011 19:14 horas


"Soñamos con ser el primer equipo negro que corre la Vuelta a España o el Tour de Francia", explica entre bromas Monde Mpongoshe, el director de una escuela de ciclismo enclavada en el corazón de Khayelitsha, la barriada más pobre de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. "Somos el único equipo negro que existe", incide. Presente y futuro, pues, de más de cien niños que viven en los talones del mundo. "Vienen gratis y mientras están aquí no toman drogas, entran en bandas de delincuencia, enferman o se quedan embarazadas siendo niñas", relata. Esa es una cara de este singular proyecto, la otra apunta más alto, apunta a un futuro sobre ruedas.

La escuela es uno de esos proyectos que no deja indiferente a nadie. Al menos no lo hizo con algunos de los más importantes ciclistas del mundo. El español Carlos Sastre fue uno de los que pasó por aquí y puso un pilar para sustentar el proyecto. Subastó en 2007 en Ebay la bici con la que quedó cuarto en el Tour de Francia y segundo en la Vuelta a España, junto a un maillot, para ayudarles a sostenerse en el alambre. "Además de él, han pasado por aquí Fabian Cancellara, los hermanos Schleck y Bjarne Riis", recuerdan en la escuela. El equipo profesional CSC, ahora Saxo Bank, es uno de los que más les ha apoyado.
La futura campeona del mundo

Anita Zenani tiene 13 años y quedó sexta en el último campeonato del mundo junior de ciclocross en pista. Acude, como todos sus compañeros, seis días por semana a entrenar en las pistas de la escuela Velokhaya BMX Oval. "Iré a Dinamarca, próximo campeonato, a ser campeona del mundo", afirma alguien que nació en un lugar donde los mapas de la aldea global son quimeras. "Fui sexta en el pasado mundial, ahora quiero ser primera", remarca. La apuesta es ambiciosa. En Khayelitsha se multiplican por mil las opciones que una chica de 13 años tiene de contraer Sida que las que tiene de subirse a un podio sobre dos ruedas.

Es ese también el sueño de Zanele Tshoko o Mthetheleli Boya, ambos de 18 años. Zanele fue segunda en contrarreloj en la categoría menos 16 años y tercera en la carrera en línea. "Me gustaría ir a los Juegos Olímpicos de Londres", dice una joven que acude cada día también a la Universidad de Western Cape. "Estudio educación física". Un lujo que demuestra que el proyecto va más allá de las dos ruedas. Boya, por su parte, fue campeón de Sudáfrica contrarreloj y ahora irá a un campus del que le puede salir un pasaporte en verano para entrenar en Bélgica. "Tengo opciones de entrar en el equipo nacional", dice, casco y bici en mano. También estudia, también sueña. Ellos son la élite deportiva, los elegidos, la mayoría en Velokhaya son críos que hacen bici para olvidar hacer otras cosas.

Estudiar y hacer ejercicio van de la mano. "Hay acuerdos con las escuelas de la zona para que les compute venir aquí como clase de educación física. Muchas ni la dan en sus centros". Quizá por esa vocación de escuela se ha construido ya una librería aún vacía pero que "en una semana se llenara de libros", aseguran sus responsables. No es poco, más del 70% de las escuelas sudafricanas carecen de biblioteca. "También les damos gratis la comida", explica Monde. Para algunos críos esa puede ser una razón suficiente para aprender a brincar sobre la bici con el estómago lleno.

Las instalaciones de Velokhaya se renovaron en 2008 gracias a la ayuda de los patrocinadores. "El Gobierno nos cedió el terreno y pudimos construir el club", dice Monde. ¿Qué necesitáis? "Bicis, siempre bicis, más que dinero". "Nos gustaría también que nos visitara Contador. Sería un orgullo para nosotros". Hay opciones, el Cónsul español de Ciudad del Cabo, Ignacio García-Valdecasas, les ha prometido iniciar gestiones para intentar ayudarlos.

La escuela es un completo campo de entrenamiento en el que todo el mundo tiene su hueco. Uno de los lugares sacrosantos es el taller, "nada se tira si se puede arreglar". Anele trabaja seis días por semana en un cuarto oscuro arreglando bicicletas. "Antes competía y ahora viajo con el equipo en el coche. Puedo arreglar una bici desde él", dice el chico de 21 años. ¿Tienes sueldo? “1000 rands (95 euros) al mes”. ¿Un sueño? "Que ellos ganen". Cerca, en el cuarto de al lado, está Abongike Mazula, maestro del taller. "A mÍ me enseñaron y yo ahora enseño a otros a reparar bicicletas". Enfrente hay tres jóvenes que aspiran a aprender el oficio de poner rectos manillares con "aluminosis" y a ganar los 95 euros de sus compañeros. Lo otro, la alternativa de fuera, es para la mayoría volver al fango sin ruedas y al arrabal de violencia, enfermedad y miseria que les rodea.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/30/solidaridad/1304183572.html

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