viernes, mayo 24, 2013

Mi bici y la cleptocracia



Mi bici y la cleptocracia
23 Mayo, 2013 |


Ayer alguien robó mi bici de la puerta de una tetería en el centro de la ciudad de Alicante y cortó el cable de acero que la sujetaba a una reja. Se llevó algo que no le pertenecía y me dejó rabiosa, triste, desmoralizada y sin medio de transporte.

Mi bici voló mientras yo confiaba.

Denunciar su robo parecía inútil como medio para recuperarla. Una bicicleta se desmonta, se disuelve en otras bicis, se vende en cualquier lugar. ¿Cómo encontrarla? Enfadada e indignada, me fui a comisaría. Denunciar es mi derecho y es también mi obligación ciudadana; ni moral ni cultural ni legalmente es aceptable que alguien se lleve lo que es de otra persona. No debo, no debemos consentirlo.

En comisaría mientras esperaba turno de contar mis razones, leo en el diario local noticias de rabiosa actualidad sobre cómo nuestros gobernantes han asaltado las cuentas públicas, han esquivado todos los controles (como mi ladrón segó mi cable de seguridad) para beneficiarse así mismos y a empresarios amigos a cambio de bienes, sobres, yates, viajes, pisos, puestos de trabajo para amigos y familiares. Siento una cierta extrañeza: rabia e impotencia. Me preocupa localizar al ladrón pero en realidad, mi bici es cosa pequeña en relación a la panda de cleptócratas que nos gobiernan y cuyos nombres conocemos sobradamente. ¿Debo denunciar allí mismo a los servidores públicos que nos despluman desde el poder? ¿Cómo se puede generar un comportamiento solidario, respetuoso entre la ciudadanía si el modelo de autoridad se basa en el la amoralidad, en el abuso de poder, en el clientelismo, en la pillería cotidiana, en el robo, en el encubrimiento, en la traición a la ciudadanía a la que están obligado a servir?

Me he quedado sin bici, pero en estos últimos años he perdido mucho más que mi feliz y ecológico medio de transporte. El poder político ha sido ocupado por una pandilla de ladrones de bicicletas, ladrones de sueños, de territorios, de paisajes; ladrones –y ladronas– de fondos públicos; ladrones de confianza, destructores de la moral y la cultura ciudadana. En el diario que tengo delante, leo como Sonia Castedo, la alcaldesa actual de mi ciudad, su mentor y antecesor en la alcaldía Luis Alperi; el anterior presidente de la Diputación, J.J.Ripoll, por solo nombrar algunas de las autoridades locales, están imputados por delitos gravísimos de corrupción. El diseño de la ciudad, su plan general, hecho a la imagen y semejanza de un empresario mafioso son ejemplos gravísimos de atentados contra el bien común y la legalidad. El ladrón de mi bici es un pequeño aprendiz de la alcaldesa, por ejemplo, por mal ejemplo, quiero decir.
Nuestra vida colectiva requiere de una legalidad que sea respetada por quienes nos gobiernan en primerísimo lugar; una legalidad que debe estar basada en el bien común, en la búsqueda del equilibrio entre las partes. Y debe basarse en el desarrollo de una conciencia ciudadana que nos dote de una moral beligerante que ponga barreras al nepotismo y al clientelismo político, que cierre el paso a la delincuencia institucionalizada, que nos devuelva el poder y la autoestima a la ciudadanía, la soberanía popular.

No podemos mirar para otro lado. La política sin ética es ilegítima, dijo la filósofa Adela Cortina el pasado sábado en el Foro Social que tuvo lugar en la Universidad de Alicante. Pues inyectemos de ética nuestra vida, la pública y la otra, si es que tenemos dos. La cleptocracia es el gobierno de los ladrones y genera el más amplio descrédito de lo político, provoca desconfianza y una total desesperanza.
Firmo la denuncia y me pongo en acción para buscar mi bici y para recuperar también la dignidad ciudadana secuestrada por tanto ladrón de bicicletas en cargos públicos.

http://www.llumquinonero.es/2013/05/23/mi-bici-y-la-cleptocracia/

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